LO QUE HAY PARA ESTA SEMANA

1.-LA LEYENDA DE LA LLORONA
3.-EN AUDIO "LAS TRES MEJORES HISTORIAS DE TERROR DE LA MANO PELUDA"

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lunes, 31 de agosto de 2009


GLORIA, PASIÓN Y CHUPE
El estadio Azteca se convierte siempre que hay partido en un centro de aficionados, revendedores de boletos, policías que por cierto se hacen mensos ante el acto de la reventa y vendedores de impermeables si es que está lloviendo -como fue el caso del domingo pasado- que por más suplicas al dios Tlaloc, este pintó cremas y no paraba la lluvia, lo cual complicó nuestra llegada al estacionamiento del estadio, con un trafico de lo más caótico. Así llegaba la hora de inicio del partido y nosotros dentro del carro con el sonido estridente del tormentón que no paraba y con la indecisión de regresar e irnos a casa. Pero la pasión puede más que una buena mojada, esto lo comprobé al instante mismo que el coche avanzaba y por un costado montones de gentes entre chavos, niños, señores y señoras que valiendo nada la empapada caminaban como zombis directo a los accesos del estadio –y pues ¿como nosotros ante tal muestra de pasión, nos íbamos a espantar de mojarnos?, si a lo que veníamos era apoyar a nuestro equipo, fue eso y que la lluvia empezó a parar por lo que decidimos quedarnos –creo que en realidad no somos tan apasionados- pero en fin, una chica parada en la banqueta nos abordó ofreciendo lugar en su casa para dejar el auto, con la condición de que la dejáramos subir, solo después de mirarnos unos a otros aceptamos el trato, cincuenta pesos por dejarlo en su casa sin dejar las llaves , perfecto -pensamos- te llevan justo a la colonia que está detrás del estadio. Para ese instante la lluvia parecía cesar –no se emocionen nos dijo la chica del estacionamiento, así ha estado todo el día y después vuelve a llover –vale madre pensamos, ni pex ya estamos aquí y al resto de las personas parece que no les importa. Caminamos rumbo a una de las entradas del estadio y al primer vendedor de plásticos le compramos unos impermeables “de a 10” –gritaba, de a 10 –orale déme cuatro, -ahora si- a ver cuales eran nuestros lugares, cabe mencionar que en las taquillas no hay un mapa que te indique como están divididos los lugares, así que preguntamos donde se encontraba el “preferente y el túnel 28” ya que los boletos que nos regalaron eran de diferentes zonas, no soy partidario de la reventa pero en esos momentos de presión donde estas a cinco minutos de que empiece el partido, pues la única opción era esa, así que esperamos a que nos abordaran un tipo revendedor, al final de cuentas no hice tranza solo cambiamos los boletos por otros con mejor ubicación. El cuate este, te lleva a la orilla dizque ´disimular, por que hay como cinco policías alrededor tuyo que se dan cuenta de la tranza. Su compinche sacó una cartera y de la cartera un sobre de Ticketmaster –y según nadie sabe de donde viene la tranza- nos cambió los boletos y a correr para encontrar lugar, con cada exhalación me sorprendía de lo grande que es el Azteca y sin condición física aun más. Nos regresaron de las dos primeras entradas y nos enviaron a la siguiente, casi rodeamos el estadio y el partido ya había empezado. Los gritos de la gente y el cántico de las porras, inmediatamente te ponen en contexto y la pasión empieza a absorberte cada vez más. Recuerdo esa primera imagen cuando entras por fin a las tribunas repletas de aficionados vitoreando con mentadas de madres la entrada del equipo contrario y recibiendo al equipo local con aplausos. Encontrar lugar es el segundo paso de la visita al estadio y el tercero pero aun más importante pedirte una “chela” pronto comienzas a involucrarte en el partido contagiándote de la pasión y alegría y en algunos de la peda que trae el de a lado, y solo así involucrado en el va y ven del balón gritas GOOOOOOOL, GOOOOL, GOOL ¡jijos de su pinche madre!, gooolll, ¡tómenla putos! El estadio estalla y la banderas se agitan por todos lados, es una estampa impresionante estar en uno de los estadios más grandes del mundo y ver a tantas personas festejar no una sino siete veces los goles a un equipo contrario que ya se había convertido en un verdugo constante, la alegría se vuelve infinita, el sabor de la gloría solo es superado por el de la cerveza, así que -¿Por qué no echarse otros dos o tres de esos vasotes al que creo le caben dos cervezas de las normales?-. Ya para el segundo tiempo, empiezan las peleas entre aficionados del mismo o del otro equipo, da igual, el chupe no diferencia “pásate de pendejo y vas a ver” –me dice un tipo bien pedo, al tiempo que su amigos le dicen –tranquilo las aventadas de cerveza vienen de arriba, cabe creer que es cerveza y no otra cosa lo que avientan los de la porra cada que cae un gol, y digo que es mejor creerlo que comprobarlo porque sesenta pesos no es nada barato como para desperdiciar un único “chupe”. Los vítores al equipo local el ganador se hacen unísonos justo cuando el árbitro toca el final del partido, por ese momento son ídolos, los mejores, ya se verá si para el próximo la despedida es la misma. Una oleada de gente te lleva directo a la salida, no hay para donde hacerse solo caminar siguiendo la corriente entre gritos y “cornetazos”, además hay que remar a la orilla porque la próxima salida es la tuya, así que entre golpes y choques te acercas a una de las tantas salidas del estacionamiento. Ya en la salida el panorama se llena de pequeños motes de colores distintos a los propios del equipo local, no más dura su paso por ahí que el resto comienza con burlas inofensivas, pero claro que hirientes, haciendo que corran sin mirar atrás y lo más rápido posible, ahí es claro que la pasión se transforma en furia y en desastre para algunos -digo algunos- porque ya en el barsillo al que entramos para continuar el festejo y el cual se encontraba lleno de puro “festejador”, ahí dentro y con el chupe como el catalizador se realizaron los momentos más sublimes y cómicos de todo el partido, como si fuesen ellos los protagonistas del partido, uno con camiseta amarilla y otro con la roja, se juntaron sus manos y establecieron el tan afamado “cambio de playeras” los aplausos no se hicieron esperar, vaya gesto de “fair play” que acabábamos de ver, “El Chicarcas” intercambiaba su playera de tianguis con “Don Rufino” que a riesgo de quedar fulminado ante la mirada incisiva de Doña Martina se ponía la playera amarilla del otro, jalando fuerte pa´que bajara hasta formar una especie de huevo cocido. Esto es la Gloria –pensé, el triunfo anhelado obtenido y consumado y la pasión que logra que el de Tepito se abrace con el del Estado de México… Arriba El América levanten su Chupe señores… Salud

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